ROXANA: LA “ESTRELLA LUMINOSA” DE ALEJANDRO MAGNO

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Lic. Miguel Angel García Alzugaray

Estimados amigos:

Después de que Darío III fuera derrotado por Alejandro Magno, su asesino Besos, el sátrapa de Bactriana, intentó organizar una resistencia nacional en sus dominios.

Alejandro conquistó la Bactriana sin mucha dificultad; sólo en Sogdiana al norte, más allá del río Oxus, encontró una fuerte resistencia.

La Bactriana era un país montañoso con un clima continental, aunque en los abundantes oasis que en la Antigüedad poseía el territorio, el agua era abundante y la tierra muy fecunda. La Bactriana se consideraba tradicionalmente como el lugar de origen de una de las tribus iranias. Los autores modernos han usado a menudo el nombre en un sentido más amplio, como la designación del norte de Afganistán.

Los bactrianos son una de las líneas hereditarias de los modernos tayikos, así como posiblemente de los pastunes. Algunos historiadores creen que el nombre moderno de «tayik» se originó de Ta-Hia o Daxia, nombre chino antiguo para la región (en chino medieval se pronunciaba /datguea/); por su parte los antiguos indios la denominaban Bahlika.

Hoy ese territorio corresponde a varias naciones, el norte de Afganistán, el sur de Uzbekistán, y Tayikistán.

Según el historiador Flavio Arriano: "Tras muchas peripecias y conquistas, con los primeros brotes primaverales del 327 a.C, Alejandro avanzó hacia la Roca Sogdiana, donde, según le habían contado, muchos rebeldes habían huido a guarecerse. Entre ellos se decía que estaban la esposa e hijas de Oxiartes, el bactriano, que las había dejado por su seguridad en ese lugar, como si en verdad fuera inexpugnable. Lo hizo porque él también se había alzado contra Alejandro. Si esta roca fuera capturada, era obvio que no les quedaría nada más a los sogdianos que deseaban deshacerse de su juramento de lealtad al macedonio. Cuando Alejandro se acercó, le pareció que los riscos eran muy empinados por los cuatro costados, como para desanimar un asalto, y, además, los bárbaros habían almacenado provisiones para un largo asedio. La gran cantidad de nieve que había caído ayudaba a que el acercamiento fuese más difícil para los macedonios; al mismo tiempo que mantenía a los bárbaros bien provistos de agua para beber.

La altura de esta roca era de unos veinte estadios, y su circunferencia era de alrededor de sesenta. Existían precipicios en todos sus lados, y sólo había una vía de ascenso hacia ella, que era estrecha y nada sencilla de escalar, y había sido construida así por la naturaleza del lugar. Era, por tanto, difícil subir a ella, incluso con los hombres dispuestos en fila india y sin que nadie les cerrase el paso. Un profundo barranco existía adjunto a la roca y la rodeaba por completo; de manera que quien pretendiera liderar un ejército contra ella debía antes construir una calzada de tierra sobre este barranco, para iniciar su escalada desde el nivel del suelo y llevar a sus tropas a asaltar la fortaleza en sí".

No obstante todo esto, el Macedonio resolvió asaltar el lugar, porque ciertas palabras pronunciadas con desdeñosa petulancia por los bárbaros le habían lanzado a un estado de férrea perseverancia, alimentada por la cólera. Y era porque, cuando se les invitó a venir a negociar los términos de la capitulación y se les planteó a modo de incentivo que si entregaban el lugar se les permitiría retirarse con salvoconducto a sus hogares, ellos se echaron a reír, y en su lengua bárbara le contestaron a Alejandro que se buscara soldados alados que pudiesen capturar la roca por él, ya que ellos no sentían aprensión alguna a causa de sus amenazas. Alejandro reaccionó emitiendo una proclama acerca de que el primer soldado que escalara la roca tendría una recompensa de doce talentos, el que llegase junto a él recibiría el segundo premio, y el tercero otro premio, y así sucesivamente en orden de llegada; de modo que la recompensa última sería de trescientos dáricos para el último en pisar la cima. Este anuncio inflamó todavía más el coraje de los macedonios, que desde siempre habían sido muy competitivos a la hora de comenzar un asalto.

Dieron un paso adelante todos los hombres que habían adquirido mucha práctica en escalar acantilados en asedios precedentes, en número de 300. Estaban provistos con las pequeñas estacas de hierro con que fijaban al suelo sus tiendas de campaña, las cuales pensaban fijarlas en la nieve dondequiera ésta estuviese tan endurecida como para poder soportar el peso; o en la roca, allí donde exhibiese un espacio libre de nieve. Atando fuertes cuerdas hechas de lino a los extremos, estos hombres avanzaron durante la noche hacia la parte más escarpada de la roca, que era también la más desprotegida; clavaron algunas de estas estacas en la piedra donde era visible, y otros en la nieve donde por lo menos parecía que no se fuera a romper. Así todos se izaron sobre el peñón, unos por una cara y otros por otra. Treinta de ellos murieron en el ascenso; se precipitaron al vacío y cayeron en varias partes cubiertas de nieve, ni siquiera sus cuerpos se encontraron para su entierro. Los demás, sin embargo, llegaron a la cima de la montaña al comienzo de la madrugada, y habiendo tomado posesión de ella, agitaron banderas de lino en dirección al campamento de los macedonios, tal como Alejandro les había mandado hacer. Ahora éste envió un heraldo para gritar a los centinelas de los bárbaros que se rindieran de una vez, sin más demora, puesto que había encontrado sus "hombres alados" y éstos acababan de conquistar las cumbres de la montaña. El heraldo, al mismo tiempo que gritaba, señaló a los soldados en la cresta de la roca.

Los bárbaros quedaron pasmados por lo inesperado de la vista; sospechando que los hombres que ocupaban los picos eran más numerosos de lo que realmente eran y que estaban completamente armados, se rindieron incondicionalmente. Estaban espantadísimos por la visión de aquellos pocos macedonios.

Las esposas y los hijos de muchos hombres importantes fueron capturados allí, incluidos los de Oxiartes.

Flavio Arriano recalca que: "Este jefe tenía una hija, una doncella en edad de casarse, de nombre Roxana; nombre propio que en la antigua lengua persa significaba "Luz" o "estrella luminosa".

De ella se puede afirmar que era la más hermosa y deslumbrante de todas las mujeres asiáticas, con la única excepción de la esposa de Darío. Por ello no es extraño que tan pronto como Alejandro la vio, se enamoró de ella. Pero, a pesar de que estaba prendado de esta princesa, se negó a emplear la violencia con ella como con una cautiva; y no creo yo que fuera un insulto a su dignidad el tomarla por esposa, como afirmaban muchos en el ejército. Esta conducta de Alejandro creo que merece más bien alabanzas que críticas".

Aunque se afirma que Alejandroestaba estrechamente unidoa HefestióncomoAquileslohabíaestadoaPatroclo; esteafectono excluyó su amor por Roxana.

Prosigue Flavio su relato diciendo: "Se preparó una fastuosa boda para ambos en lo alto de una de las rocas sogdianas. Elrey,encendidodepasión,hizotraer,segúnlatradicndeMacedonia,un pan el símbolo más sagrado entre su pueblo de la unión conyugal,partiéndolo curiosamente conunaespadaylapareja loprobó a continuación.

A pesar del gélido viento que soplaba en ese nido de águilas, la alegría de la fiesta nupcial se prolongó hasta casi el amanecer. El cordero asado, el vino, las frutas exóticas y las danzas típicas de los montañeses alegraban el espíritu, haciendo que los macedonios fuesen olvidando poco a poco el asombro y las dudas que tenían ante el matrimonio de su rey con la salvaje princesa".

Por cierto, una antigua leyenda tayika que sigue siendo muy popular hoy en ese país, refiere que: En un momento de la celebración, el referido Oxiartes el padre de la novia se acercó a Alejandro entregándole como regalo de bodas, una magnífica espada de templado acero, con el cabo y la guarda cubierta de piedras preciosas , que convertían el arma en un valioso tesoro, digno de "Iskandar" (Rey de Reyes en persa), como llamó a Alejandro. Se dice que su brillante hoja había sido forjada con el hierro de una roca caída del cielo muchos siglos atrás, y podía cortar de un sólo golpe el más duro acero.

Me gustaría creer amigos que esta fabulosa espada fue la que siglos después Julio César y su sucesor Augusto vieron colocada sobre la momia de Alejandro Magno en su grandioso mausoleo de Alejandría.

Aunque muchos cronistas aseguran que Alejandro durante sus campañas en Persia utilizó preferentemente una Falcata Ibérica: o sea, la espada de los primeros pobladores de la península Ibérica, con la que lucharon las batallas de la época. Su original diseño de la hoja adaptada para penetrar en horizontal, no se ha vuelto a repetir en la historia, pero tiene una funcionalidad fuera de toda duda y la hace única. No obstante, desde su encuentro con Roxana, el Soberano macedonio utilizó en muchas batallas la exótica espada sogdiana que le abriría a partir de ahora los caminos de sus próximas conquistas.

No debemos asombrarnos de que pervivan en Tadzhikistán y en el norte de Afganistán relatos similares, si recordamos que en esta parte del mundo floreció el llamado Reino grecobactriano o sea, un pr´óspero Estado griego fundado en la zona de Bactriana alrededor del año 250 a. C. por el gobernador Diodoto I (Theodotos), luego de separarse del Imperio seléucida.

En su momento de máxima expansión este reino helenístico llegó a cubrir los actuales territorios del norte de Afganistán y partes de Asia Central y la India, siendo el área más oriental del mundo helénico entre los años 250 y años 120 a. C.

Volviendo a nuestro relato central, os diré que ahora que la primavera iba llegando a su fin, Alejandro decidió que el ejército debía avanzar de Bactra hacia la India.

Roxana entonces de 17 años de edad, fiel a las tradiciones de su aguerrido pueblo, se dispuso a acompañar a su marido de 29, en la riesgosa campaña de la India.

Antes de emprender la marcha, Alejandro decidió que Bactriana se volvería una provincia del Imperio macedonio. Dejó a Amintas en la tierra de los bactrianos con 3.500 jinetes y 10.000 soldados de infantería. Cruzó el Cáucaso en diez días y llegó a la ciudad de Alejandría, que él mismo había fundado en el territorio llamado Paropamisades durante su primera expedición a Bactra. Destituyó del puesto de gobernador de la ciudad a quien hasta entonces lo ocupaba, porque consideraba que no gobernaba eficientemente. También estableció en Alejandría a miembros de las tribus vecinas, y los soldados que no se encontraban ya aptos para el servicio, además de los primeros pobladores. Ordenó a Nicanor, uno de los Compañeros, quedarse para hacerse cargo de los asuntos de la ciudad. Además, a Tiriaspes lo nombró sátrapa de Paropamisades y del resto del país hasta el río Cofen. Al llegar a la ciudad de Nicea, ofreció sacrificios a Atenea, y luego avanzó hacia el Cofen; enviando más tarde un heraldo a interesarse por Taxiles y los jefes de este lado del río Indo, para hacer la petición de que vinieran a su encuentro cuando les resultase conveniente.

En Bactriana también ocurrió otro hecho famoso en la vida del conquistador: Alejandro Magno nombró como primer sátrapa griego a su favorito Clito el Negro en el 328 a. C., pero durante un banquete Clito le reprochó ciertas actitudes a Alejandro, quien como respuesta le ultimó de un lanzazo. Tras la muerte de Alejandro la Bactriana cayó -con casi todos los territorios asiáticos- bajo la tutela del diádoco Seleuco I Nicátor.

Por su parte, Roxana jugaría todavía un papel principal en la vida de Alejandro, y más aún después de su muerte, al convertirse en la madre de su heredero Alejandro IV y ser víctimas ambos de tenebrosas intrigas palaciegas, pero esa es otra historia.

Fuentes consultadas:

Anábasis de Alejandro Magno. Obra completa. Editorial Gredos. Madrid. ISBN 978-84-249-2308-2.

-Polibio, 11.34

-Tajikistan - Ethnic Groups, U.S. Library of Congress

↑ Boris Rumer, Soviet Central Asia: A Tragic Experiment, Unwin Hyman, London,

1989, p. 126.

FIN

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