OLIMPIA DE EPIRO

Lic. Miguel Angel García Alzugaray

Sobre Olimpia, la madre de Alejandro Magno, se han escrito muchos artículos, ensayos y novelas en los que esta extraordinaria reina aparece casi siempre en un segundo plano en virtud de su indisoluble relación con su esposo Filipo II de Macedonia y su famoso hijo, por lo que las hazañas de los ilustres guerreros eclipsan en gran medida, los indiscutibles méritos de esta gran muger.

A ello ha contribuído el hecho de que apenas se sabe nada de la verdadera personalidad de Olimpia de Epiro, el país balcánico que la vio nacer. La biografía que el escritor Sátiro de Callatis había consagrado a Filipo II de Macedonia y a sus siete esposas, un siglo después de su muerte, se ha perdido, por lo que las noticias que se conservan de los protagonistas de su historia son muy parciales. Por ello, los historiadores han tenido que entresacar de los pocos fragmentos que han llegado a sus manos.

Sin embargo, sí hay una leyenda muy difundida por sus enemigos, sobre todo por el mayor de todos que fue Casandro quien dijo que era una mujer violenta, neurótica y supersticiosa. Y también se sabe que bajo su mandato fueron asesinados varios personajes; pero los historiadores afirman que este hecho no debe considerarse como algo insólito y propio de una sicópata asesina, sino como producto de una época y unas costumbres. Olimpia hizo lo que otros reyes de su momento, es decir llevar una política de eliminación de posibles rivales, sólo que esa conducta no era propia de una mujer.

Para comenzar, es necesario subrayar que el mundo griego fue escenario de una notable floración de religiones mistéricas, especialmente en época helenística. Muchas de ellas procedían de Oriente, pero hubo misterios de origen griego que en un principio habrían constituido la religión de una ciudad o santuario, para convertirse con el tiempo en una secta más o menos accesible.

Dodona la ciudad de Epiro en la cual nació Olimpia era notable por su gran religiosidad y por su famoso oráculo. Éste era el más antiguo de los oráculos griegos, anterior a Heródoto; posiblemente se remontaba al segundo milenio a. C., y era uno de los más célebres junto a los de Delfos y Amón, éste último en Egipto. Los sacerdotes y las sacerdotisas del bosque sagrado interpretaban la caída de las hojas de un roble en el viento. Tras la aparición en la Grecia de las ciudades, padeció el auge del oráculo de Delfos en la época clásica, pero continuó activo hasta la época de Roma.

La princesa Olimpia, cuyo nombre de soltera fue Políxena, en honor de la joven hija de Príamo, sacrificada en la tumba de Aquiles, nació hacia el año 375 a.C. y era hija del rey de Molosia, Neoptolemo I.

Olimpia, al formar parte de la casa real del Epiro, establecía un parentesco directo con Moloso, nieto del valeroso Aquiles, el legendario hijo de Tetis, la más bella de las Nereidas, "la de argénteos pies, la de hermosos cabellos, la dama del mar" (La Ilíada), lo que le confería un supuesto origen divino.

Desde su más temprana infancia, su padre se preocupó por fortalecer en su hija estas convicciones y brindarle una educación acorde con las creencias religiosas de su pueblo, en la que el Oráculo de Dodona ejerció sin dudas una gran influencia.

Neoptolemo I, padre de Olimpia, compartió el trono con su hermano pequeño Arribas (llamado también Aribas). Cuando éste murió, Arribas se casó con la hija mayor de su hermano, su sobrina Tróade, y se hizo tutor desde el 361 a.C. de sus otros dos hijos: Alejandro y Olimpia. Huérfana de padre y madre, la jóven Políxena, vivió desde este momento hasta su matrimonio en Epiro, bajo la protección de su tío Arribas rey de Molosia.

En cuanto a las creencias de la princesa, hay que destacar el papel del llamado misterio de Samotracia. Como religión, fue uno de los más importantes de la Grecia antigua, el cual adquirió especial relieve en época helenística.

A juzgar por las inscripciones encontradas en la isla de Samotracia, entre los iniciandos predominaban los lacedemonios y, en efecto, parece ser que los misterios de Samotracia estuvieron vinculados a la oposición política de Atenas, ciudad afín, en cambio, a los misterios de Eleusis. Oposición que si en un momento determinado había sido Esparta, fue más tarde Macedonia.

En este contexto tan particular, saturado de magia, misticismo e intrigas políticas, se produjo al parecer en Samotracia, en el 360 a.C. el encuentro inicial entre Filipo II de Macedonia que tenía entonces unos 22 años y Políxena, la bella princesa de Epiro de sólo 15 años que habían ido allí, para participar en los ritos orgiásticos de los Cabiros, divinidades de marcado carácter ctónico. Los Cabiros eran hijos o nietos de Hefesto, eran deidades del fuego, genios de los volcanes y del principio ígneo y, también, posibles genios de la fecundidad.

Al respecto,Cuenta Plutarco (Vidas paralelas, Alejandro ) que

"Dícese que iniciado Filipo en Samotracia juntamente con Olimpia, siendo todavía joven, se enamoró de ésta, que era niña huérfana de padre y madre, y que se concertó su matrimonio tratándolo con el hermano de ella, llamado Arimbas."

En toda esta historia embellecida por la leyenda, no hay que olvidar, el interés que siempre tuvo Filipo por sustraer Epiro y Samotracia a la esfera política ateniense.

Así en el año 357 a. C. Filipo II de Macedonia se apodera de Anfípolis, ciudad que se encontraba muy cerca del monte Pangeo, famoso por sus minas de oro, cuya posesión le era imprescindible para su política imperialista de unificación del mundo heleno bajo su dominio.

Ese mismo año, se llevaron a cabo los esponsales entre el victorioso Filipo y su prometida Políxena.

Por su parte, es interesante señalar que en el relato de Plutarco sobre la primera noche de boda de la pareja, se describen toda una serie de elementos esotéricos que siempre han estado unidos al nombre de Olimpia y de su hijo Alejandro Magno. En particular expresa que:

"Parecióle a la esposa que antes de la noche en que se reunieron en el tálamo nupcial, habiendo tronado, le cayó un rayo en el vientre, y que de golpe se encendió mucho fuego, el cual, dividiéndose después en llamas, que se esparcieron por todas partes, se disipó. Filipo, algún tiempo después de celebrado el matrimonio, tuvo un sueño, en el que le pareció que sellaba el vientre de su mujer, y que el sello tenía grabada, la imagen de un león. Los demás adivinos no creían que aquella visión significase otra cosa sino que Filipo necesitaba una vigilancia más atenta en su matrimonio; pero Aristandro de Telmeso dijo que aquello significaba estar Olimpia encinta, pues lo que está vacío no se sella, y que lo estaba de un niño valeroso y parecido en su índole a los leones. Vióse también un dragón, que estando dormida Olimpia se le enredó al cuerpo, de donde provino, dicen, que se amortiguase el amor y cariño de Filipo, que escaseaba el reposar con ella; bien fuera por temer que usara de algunos encantamientos y maleficios contra él, o bien porque tuviera reparo en dormir con una mujer que se había ayuntado con un ser de naturaleza superior. Todavía corre otra historia acerca de estas cosas, y es que todas las mujeres de aquel país, de tiempo muy antiguo, estaban iniciadas en los Misterios Órficos y en las orgías de Baco; y siendo apellidadas Clodones y Mimalones, hacían cosas muy parecidas a las que ejecutan las Edónides y las Tracias, habitantes del monte Hemo; de donde habían provenido el que el verbo se aplicase a significar sacrificios abundantes y llevados al exceso. Pues ahora Olimpia, que imitaba más que las otras este fanatismo y las excedía en el entusiasmo de tales fiestas, llevaba en las juntas báquicas unas serpientes grandes domesticadas por ella, las cuales, saliéndose muchas veces de la hiedra y de la zaranda mística, y enroscándose en los tirsos y en las coronas, asustaban a los concurrentes".

En la práctica, el matrimonio con Filipo de Macedonia, dispuesto por su tío, la convirtió en prenda de amistad con la vecina Macedonia y también en rehén que garantizase las buenas relaciones entre los dos países vecinos, al tiempo que aseguraba a Macedonia la salida al mar por su parte occidental.

La joven reina cambió su nombre por el de Mirtale cuando se casó con Filipo, y más tarde lo volvió a cambiar por Olimpia, en memoria de la victoria que Filipo obtuvo en este lugar y que sucedió el mismo día del nacimiento de su hijo Alejandro. Pasados los años volvió a cambiar el nombre por el de Estratonice, en honor de la victoria obtenida en defensa de su nieto Alejandro IV frente a su rival Eurídice (que era aliada de los sucesores de Casandro de Macedonia).

Furiosa por sentirse marginada, Olimpia volvió a Epiro en el año 357 a. C. Su tío la presionó para que volviera con su marido, cuando se supo que estaba embarazada. Volvió a Pella y en Julio del 356 a. C., dio a luz a Alejandro Magno.

Entonces Filipo consultó el Oráculo de Delfos acerca de lo que había visto y el dios Apolo, por boca de la Sibila, le hizo saber que perdería el ojo con el que había contemplado a su esposa Olimpia yacer con la Serpiente divina, que era el propio dios Zeus metamorfoseado (Plutarco, Alejandro, 3, 1-3). Satisfecho por esta explicación, Filipo reanudó sus relaciones con su mujer y tuvo de ella a su hija Cleopatra.

Por su parte

La referida leyenda que precede al nacimiento de Alejandro Magno, marcará la futura personalidad del muchacho, que fue educado por su madre, Olimpia, en la creencia de que era hijo del rey de los dioses, del propio Zeus-Amón, una divinidad doble greco-egipcia. La iconografía de Alejandro Magno con los atributos de Zeus-Amón que aparece, sobre todo, en las monedas, se debió a Lisímaco en el año 303 a. C.

La inspiración para esta imagen de Alejandro viene dada por varios acontecimientos: la leyenda de su milagrosa concepción, la conquista de Egipto, la fundación de la ciudad egipcia de Alejandría y su visita oracular al santuario del oasis de Siwa, donde fue proclamado hijo del dios Amón (Plutarco, Alejandro, 27, 5-9; Diodoro, 51, 1-3). La imagen de Alejandro como hijo de Zeus-Amón fue popularizada por los Ptolomeos, los cuales se autoproclamaron herederos naturales del cuerpo momificado de Alejandro y de la idea de la unificación de los países y de los seres humanos. Idea universalista, promovida y puesta en práctica en los últimos años de la corta vida de Alejandro.


No es difícil entonces entender la actitud posesiva de esta madre que no dudó nunca de su aporte divino al hijo venidero. Olimpia estaba convencida de su ascendencia divina y su parentesco con Aquiles, por lo tanto, lo mejor de su hijo sin lugar a dudas, vendría dado por la sangre materna.

Por desgracia para Olimpia, Filipo fue un rey polígamo que contrajo una serie de matrimonios, con la finalidad de anexionarse los territorios adyacentes a Macedonia. Su esposa Fila procedía de Elimiótide, Audata Eurídice de Iliria, Filina y Nicépolis de Tesalia y Meda del país de los getas. Ateneo recoge un testimonio de Sátiro el Peripatético para hablarnos de los numerosos matrimonios de Filipo de Macedonia, llegando a la conclusión de que: "en cada guerra, contraía un nuevo matrimonio" ...).

En el año 337 a. C. Filipo II decidió casarse con una joven muchacha llamada Cleopatra, que pertenecía a la más alta nobleza macedonia, pues era sobrina del general Atalo. Según se puede leer en los textos antiguos, Filipo se casó con ella por amor y no por razones políticas, como había hecho en sus numerosos y anteriores matrimonios. Esto provocó los celos y la posterior ruptura con Olímpia y, además, un enfrentamiento del príncipe Alejandro con su padre, porque el muchacho se puso de parte de su madre.

A continuación de estos acontecimientos, Olimpia fue repudiada por Filipo II, y de esta manera pasó de ser reina a ser sólo madre de Alejandro.

Se exilió voluntariamente en Epiro, su región natal. Sólo volvió a Macedonia tras la muerte violenta de Filipo en el 336 a.C.

A su llegada, la consideraron como una de las principales sospechosas del asesinato por Pausanias de Filipo II, en los momentos en que el monarca se disponía a iniciar su campaña en Asia, debido al repudio del que fue objeto y debido además a que el nuevo casamiento de Filipo II y por ende un nuevo hijo de éste, podía hacer peligrar el futuro reinado de Alejandro.

Sin embargo, en la conjura y asesinato de Filipo II no hay pruebas de que la madre y el hijo participasen en ella activamente. Además, Olimpia, en aquellos momentos, no estaba en Macedonia, sino que se hallaba en el Epiro, lejos de los dramáticos acontecimientos. No obstante, parece que sí mostró su alegría ante los hechos consumados. Unos acontecimientos que beneficiaban tanto a ella como a su hijo.

Deplorablemente nunca se podrá saber la verdad porque la rápida ejecución del asesino Pausanias truncó la posibilidad de saber cuántas personas había involucradas en el regicidio que acabó con la vida del rey Filipo II. Por otra parte, Alejandro castigó a todos los posibles culpables, actuación que también le sirvió para borrar cualquier sospecha sobre su persona.

Lo que sí es cierto es que a partir de ese momento, la vida de Olimpia se convierte en intrigas políticas y asesinatos lo que se agravó con la muerte de Alejandro. Tuvo que luchar mucho para allanar el camino del hijo póstumode éste con Roxana, Alejandro IV.

En primer lugar mandó asesinar a la última esposa legítima de Filipo y a su vástago, hecho que fue muy reprochado por Alejandro, su hijo, que se encontraba en las primeras invasiones a Asia.

A pesar de estas turbulencias parece ser que fue la época mejor de su vida pues se sentía importante como regente de Macedonia, sin que nada ni nadie la estorbase.

Pero tenía un enemigo sempiterno y peor que su difunto marido: Casandro que consiguió al final destruirla.

Cuando Olimpia mandó asesinar a EURÍDICE (hija de Amintas) y a FILIPO ARRIDEO (rey de Macedonia tras la muerte de Alejandro Magno), este hecho fue aprovechado por Casandro, su eterno rival, quien sublevó a parte del pueblo contra ella para eliminarla lo que consiguió en el año315 a.C.

Tal es de forma resumida, la semblanza biográfica de esta fascinante mujer que convencida de su orígen divino y el de su hijo, supo ser una descoyante personalidad, en um mundo androcéntrico de relaciones patriarcales, en el cual fue acusada por muchos de ser una peligrosa hechicera.

A pesar de los rasgos negativos que le atribuyeron sus detractores, lo que si es innegable es que Olimpia fue una de las primeras grandes princesas y reinas macedonias y helenísticas que tuvieron influencia en la vida política de sus países, como subraya Grace Macurdy, para quien la primera mujer macedonia que interviene en lides políticas fue Eurídice I, madre de Filipo II de Macedonia, inaugurando un papel nada despreciable en política que más tarde seguirían otras reinas orientales hasta Cleopatra VII.

FIN


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