Alejandro Magno el primer faraón Macedonio

Relato sacado de mi  libro Olimpia La Madre de un Dios


Estimados amigos:

Permítanme ofrecerles a continuación el siguiente relato, extraído de la obra del que suscribe: "Olimpia La Madre de un Dios", registrada el 14-08-2015, con el Número:, 2916-08-2015, en el CENDA (Centro Nacional de Derechos de Autor), La Habana , Cuba.

ALEJANDRO MAGNO EL PRIMER FARAÓN MACEDONIO

Lic. Miguel Angel García Alzugaray

Según Ptolomeo I, fundador en Egipto de la dinastía de los Lágidas, Alejandro deseaba desde niño viajar a ese país, porque los héroes griegos, Perseo y Heracles que eran sus antepasados habían ido y visitado el Oráculo de Zeus- Amon. Alejandro y muchos de nosotros afirmaba, admirábamos a Egipto por sus misterios, sus paisajes y su herencia cultural.

Egipto era pues un lugar muy soñado por Alejandro Magno. Tenía un gran deseo de conocer esa tierra casi mítica y conquistarla por lo que decidió acudir en ayuda de su pueblo, que sufría por entonces la opresiónde los persas, tan pronto se presentara la oportunidad.

Mientras Alejandro culminaba el asedio de Tiro, una delegación de nnotables egipcios le visitó rogándole que liberase su país. Esa era la motivación que faltaba. En Hyperberetaios (Septiembre) del año 332 a.C, después de tomar Tiro, Alejandro sin pensarlo mucho se dirigió hacia el sur y penetró en el país del Nilo sin resistencia.

Tardamos sólo 7 días en llegar, relata Ptolomeo, y recorrimos más de 1200 estadios ( 200 km). En la fortaleza fronteriza de Pelusio, el sátrapa persa, Masaces, salió en compañía de su segundo Amminapes a nuestro encuentro para entregarle a Alejandro el poder y el tesoro de sus arcas, unos 800 talentos. El sátrapa sabía que en caso de guerra, él tendría que hacer frente casi sin fuerzas a nuestro ejército y a la población indígena, que se había rebelado muy recientemente en el 338-336 a.C.

Desde la conquista de Egipto por Cambises en el 526 a.C., el dominio persa había provocado gran resentimiento entre la población, sobre todo por sus exacciones fiscales y su desprecio a las creencias nacionales egipcias. Las rebeliones fueron constantes y, de hecho, desde 404 a.C. se formaron sucesivamente tres dinastías egipcias que lucharon contra los persas, hasta que en 343 a.C., apenas diez años antes de la llegada de Alejandro, el último faraón independiente de Egipto, Nectanebo II, fue expulsado por Artajerjes.

Por su parte, Amminapes había vivido en Macedonia y conocía a nuestro rey, por lo que se puso a su disposición. .Alejandro dejó una guarnición en Pelusio, e hizo que la flota remontara el Nilo mientras él, por tierra, se encaminaba a Menphis. Ordenó al intrépido general Nearco que con su marina de guerra ocupara Memphis y condujo a su ejército a Heliopolis. Éste era uno de los lugares más importantes de la vida religiosa de Egipto: aquí estaba elfamoso templo del dios Ra y veneró a los dioses locales casi con el mismo énfasis con el que adoraba a los suyos; llegando a construir incluso dos santuarios y restaurando los que estaban en ruinas.

Los Egipcios lo vieron como un libertador al principio, y le aceptaron como su faraón después. Aclamado en todo Egipto como su salvador, Alejandro fue entronizado como faraón, con la doble corona y el áspid, los cetros cruzados del cayado y el mayal, símbolos del pastor y el juez. De esa ceremonia se escribieron tabletas que dicen: «Horus, el príncipe fuerte, aquel que puso las manos en las tierras de los extranjeros, amado de Amón y elegido de Ra, hijo de Ra, Alejandro».

Ya faraón, Alejandro continuó en Memphis, donde hizo sacrificios a Apis. Por todas partes, le saludaban como libertador. Y de hecho lo éra.

Se puede suponer el impacto que la civilización egipcia causó en los macedonios, mientras remontaban el gran ríoNylo que es su sostén, su ruta nacional y su camino sagrado. No es difícil imaginar lo que sintieron al llegar a los grandes templos de Menfis; a las enormes pirámides, con sus lados de lisura geométrica; al contemplar la enigmática sonrisa de la descomunal Esfinge.

De la grandeza de Alejandro, los artistas egipcios dejaron un testimonio en un templo en un relieve donde se ve a Alejandro haciendo las ofrendas al dios Amón, como lo hace un converso. Viste la indumentaria faraónica: Klaft faraónico el manto que cubre la cabeza y va por detrás de las orejas, clásico del antiguo Egipto), más las coronas roja y blanca que se sostienen en equilibrio inestable.

Continuando este relato, os diré que Alejandro no permaneció muchos días en Menfis. De la capital se dirigió hacia el norte siguiendo el brazo occidental del Nilo hasta el puerto de Canopo, y desde allí progresó por la costa mediterránea hasta la aldea de Rakotis, un antiguo puesto fronterizo entre Egipto y Libia. Es un pequeño poblado situado en una lengua de tierra entre la laguna de Mareotis y la costa marina, frente a la que se sitúa la isla de Pharos, en la que cuenta la Odisea, recalaron Menelao y Helena al volver de Troya.

En aquella franja de tierra, a principios de Artemisios (abril) del 331 a.C, Alejandro decidió levantar una ciudad a la que llamó Alejandría que dijo se convertiría en el gran puerto de Egipto y en la mayor metrópolis griega. Él mismo trazó los planos de la ciudad y encargó que comenzara su construcción.

Según relataría años más tarde el almirante Nearco, Alejandro tuvo un sueño en el que se le apareció un anciano de cabellos muy blancos, similar a Homero que le rcitaba insistentemente cierto pasaje de la Odisea que reza:

"Hay una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Pharos..".

Cuando se levantó quiso ir a la isla y se dio cuenta de su situación privilegiada y más aún de que si por medio de un dique se la unía a la costa. Entonces mandó traer harina para marcar el enclave de la futura Alejandría, pues no se disponía del yeso con que solía hacerse y él mismo dibujó el círculo en forma de manto macedonio. No bien hubo terminado cuando empezaron a llegar desde el río y desde el mar unos pajarotes grandes que se dedicaron a comer toda la harina esparcida. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, Alejandro se turbó muy preocupado pensando que se trataba de un mal augurio. Pero los adivinos supieron salir al paso y dijeron que su interpretación era de buen augurio y que el proceder de los pájaros pronosticaba que la ciudad sería tan rica y próspera que podría nutrir a todos los hombres de todas las razas.

Según Ptolomeo lo que más le gustó a Alejandro del emplazamiento elegido fue aquella isla, frente de la costa, Pharos, y que allí hubiera un templo dedicado a Proteo, el Dios de las transformaciones y la diversidad. Era un lugar perfecto decía, para construir una torre muy alta, que iluminase el mundo y señalase a los navegantes, que venían de los lejanos mercados de la India o de Siria, que allí se encontraba situado el mayor puerto de aquel mar que se ensanchaba, en un sueño de amplitud, de mestizajes y de encuentros entre las culturas.

Parecía que este sería el final lógico de la expedición, pero de repente, mientras los obreros se afanaban en edificar las primeras instalaciones de la ciudad, Alejandro decidió emprender la marcha hacia el oeste con el propósito de visitar el santuario del dios Amón en el oasis de Siwa y consultar su oráculo. Esta iniciativa del Macedonio, fue una sorpresa para todos pues Siwa no tenía ningún interés militar y la visita suponía demorar bastante el enfrentamiento definitivo con el rey persa Darío III, que estaba reclutando en el interior de Asia unpoderoso ejército para vengar su derrota en Issos. Se trataba, también, de una expedición peligrosa, pues conllevaba internarse por una gran extensión desértica hasta alcanzar el oasis, que estaba a casi 3000 estadios (500 kilómetros), de distancia del valle del Nilo. De hecho, se decía que en el intento de alcanzarlo, el gran ejército del rey persa Cambises se había perdido, sepultado bajo las implacables arenas. Además, muchos se preguntaban qué objeto tenía consultar el remoto oráculo de un dios libio y egipcio como Amón.

Nadie sabe con precisión lo que Alejandro preguntó ni escuchó en el interior del santuario. Allí penetró solo, en su condición de faraón de Egipto. Luego se mostró muy satisfecho de su visita, pero guardó un total silencio sobre lo que le fue revelado. No tardaron en correr entre los soldados diversas versiones sobre la consulta. Se decía que preguntó si reinaría sobre toda la tierra y si los asesinos de su padre Filipo, habían recibido su justo castigo. El sacerdote respondió que reinaría sobre un imperio y que Filipo sí había quedado vengado. Pero lo más importante fue la declaración del oráculo de que Alejandro no era hijo de Filipo, sino del gran dios Amón, aquel al que los griegos identificaban con Zeus, ya que su madre Olimpia le había concebido del gran dios . Desde entonces, Alejandro se presentó ante todos como hijo del gran dios y mantuvo una veneración especial hacia Amón, al que dedicaba muchos sacrificios.

Posteriormente Alejandro dirigió sus pasos hacia Tebas, centro religioso del dios Amón. Desde el 3.000 a.C., Tebas era un gran centro religioso, con templos, santuarios y monumentos dedicados a Amón. Una de las más impresionantes edificaciones era el templo mandado construir por la reina Hatshepsut, que vivió unos mil años antes de la época de Alejandro. Esta soberana se decía que era hija de Amón, habiendo nacido de una reina a la que el dios visitó escondido también bajo un disfraz.

Tras estas expediciones, Alejandro regresó a Menfis, donde realizó grandes sacrificios y ofrendas a los dioses de Egipto, fundamentalmente al divino buey Apis, además de celebrar solemnes procesiones y fiestas.

No descuidó el mundo griego y celebró juegos ceremoniales, no sólo para
atletas, sino también para las artes escénicas, lo que probablemente fue más de su agrado. De las ciudades griegas llegaron muchos participantes.

Antes de marchar de Egipto para continuar la lucha contra los persas, aAlejandro nombr´´ó como administrador de las finanzas de esta tierra a Cleomenes de Naucratis.

En la primavera del 331 a. C., Alejandro dejó Egipto regresando a Tiro donde estaba su flota. De allí se dirigió a Antioquía, cruzando el valle del río Orontes, y llegó al Río Éufrates a la altura de Tapsaco, donde fundó la ciudad de Niceforio para que fuera una plaza fuerte y depósito de los suministros del ejército.

No regresaría en vida a Egipto, pero su cadáver embalsamado recibiría al ser sepultado por Ptolomeo I en esta tierra de leyendas, los honores de un dios.

II.LA MUERTE DEL LE´ÓN DE MACEDONIA

El 30 de Daisios (mayo) del 323 a.C, Alejandro El Grande conmemoró el éxito del viaje de su almirante Nearco desde la India a principios del año anterior. Pocos días después, tras ofrecer a los dioses los sacrificios rituales para la buena fortuna, y algunos otros con el fin de consultar los augurios, el 2 de Panēmos (junio), 12 días antes de su muerte, Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa, en el palacio de Nabucodonosor II, en Babilonia. Como era costumbre en fechas recientes, Alejandro bebió copiosamente de manos de su copero Yolas, el hijo de Antípatro, uno de los pocos hombres de la corte de Filipo II todavía vivos. Alejandro enfermó gravemente esa misma noche. Ptolomeo refiere que Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos. En unos días fue incapaz de andar y, más tarde, de hablar.

Durante 7 penosos días, todavía realizó sacrificios a los dioses e impartió indicaciones a sus generales sobre la expedición proyectada, aunque se iba debilitando a ojos vista.

Estando ya en un estado muy crítico, lo transfirieron al palacio. Cuando sus oficiales entraron en la habitación, los reconocía a todos, pero ya no podía pronunciar una palabra, pues habíase quedado mudo. Durante la noche y el día que siguieron, y el día y la noche a continuación, la fiebre fue altísima. Los rumores de su enfermedad circularon entre las tropas, que se pusieron cada vez más nerviosas.

El 12 de Panemos (junio), los generales decidieron dejar que los soldados vieran a Alejandro, ya que éstos se hallaban muy deseosos de ver al rey; algunos con el fin de verle con vida una vez más, mientras que otros porque, como circulaba el rumor de que ya estaba muerto, imaginaban que su muerte estaba siendo ocultada por los escoltas reales. La mayoría de ellos, impulsados por el dolor y el afecto hacia su soberano, se abrieron paso para verlo. Cuando los soldados desfilaban ante su lecho, él no podía hablar, y, sin embargo, saludaba a cada uno de ellos con su mano derecha, irguiendo penosamente la cabeza y haciendo una seña con los ojos.

En esta oportunidad, Roxana, la esposa del Macedonio, a la que por estar embarazada del rey se le había ocultado lo que sucedía, enterada al fin de la enfermedad de su consorte acudió corriendo al salón en que se encontraba Alejandro para estar a su lado. Al llegar los escoltas reales que custodiaban la puerta le cerraron el paso, pero Roxana reaccionando como una leona, con una filosa daga que portaba en sus manos, gritando como una demente todo tipo de insultos se abrió paso sin que nadie la pudiera detener.

Al llegar al lado de Alejandro, se arrodilló junto a su lecho y tomándole una de sus febriles manos, comenzó a besarla, profiriendo grandes lamentos, mientras se desgarraba su vestido y se golpeaba el pecho.

Acto seguido, se puso a rezar en su lengua natal una serie de oraciones y conjuros que nadie entendía.

Según relatara Ptolomeo I: Nuestro rey que al parecer le escuchaba, haciendo un gran esfuerzo le acarició el rostro con la mano, lanzando un fuerte suspiro.

Viendo que esta situación podía perjudicar el estado del enfermo, el general Pérdicas dio instrucciones de que con gran suavidad Ptolomeo y algunos otros compañeros que se encontraban presentes, convencieran a Roxana para que retornase a sus habitaciones. Con gran esfuerzo, se logró hacerlo, ya que la joven reina no quería separarse de su amado esposo.

En la biografía de Alejandro escrita por Ptolomeo años después siendo ya rey de Egipto, se narraba que Peitón, Atalo, Demofonte y Peucestas, así como Cleómenes, Menidas y Seleuco hicieron una vigilia en el templo de Serapis, y consultaron al dios si no sería mejor y más deseable que a Alejandro se le trajera a este templo como suplicante, para ser curado. La voz del dios respondió que no debía ser llevado al templo, sino que era mejor que se quedara donde estaba. Esta respuesta fue difundida por los compañeros, y poco después el día 13 de Panemos (junio) Alejandro moría, como si en verdad esto fuera lo mejor para él.

Ptolomeo refirió , que en los últimos instantes de su vida, Alejandro recuperó parcialmente el habla por lo que a insistencia de Pérdicas, que fungía en esos momentos como segundo al mando se le preguntó que a quién dejaba el imperio: «Al más fuerte» (Krat'eroi), respondió según algunos presentes, añadiendo que ya preveía sus grandiosos juegos funerarios. Pero Ptolomeo afirma que en realidad dijo «a Crátero» (Krater'oi), el nombre de su compañero más leal y el sucesor perfecto, solo superado por el recientemente fallecido Hefestión. No obstante, Crátero no estaba presente en el lecho de muerte, ya que se preparaba precisamente para viajar a Macedonia a destituir a Antípatro por orden de Alejandro- y no guardaba ambiciones de ocupar el puesto.

Circula también la leyenda que el rey Alejandro Magno antes de morir pidió tres deseos:

1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.

2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.

3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones. Alejandro le explicó: 1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar. 2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. 3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos, cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.

En mi opinión, lo que si es cierto es que la ambigüedad en las últimas palabras de Alejandro condenó como ya veremos más adelante a su familia a la muerte y a su imperio a una lenta desintegración.

Al morir Alejandro había vivido treinta y dos años, y había transcurrido el onceno mes hacia su trigésimo tercer año. Había reinado durante doce años y ocho meses.

La noticia del fallecimiento de Alejandro fue conocida por casi todos al día siguiente, y esto resultó en lloros y lamentos por toda la ciudad. La plebe se hundió en una profunda pena, pero ya se estaba gestando una maliciosa disputa entre los contingentes de caballería e infantería del ejército. Incluso hubo peleas en el palacio. Mientras tanto el cuerpo de Alejandro se mantuvo curiosamente fresco y con aspecto de estar vivo a pesar del agobiante calor por al menos unos cuantos días más.

Roxana después del duro golpe que significó el fallecimiento de su amado esposo, cuyo cuerpo veló llorando durante dos largas jornadas, sin probar alimentos ni dormir, llena de una firme resolución, se despidió del mismo al tercer día. Presentándose ante Pérdicas le dijo con voz autoritaria que estaba dispuesta a apoyarlo ,pero que se quedaba con la espada de Alejandro, ya que además de pertenecer al hijo de éste que crecía ahora en su vientre, era una antigua reliquia de su familia. Pérdicas que no sabía que hacer en este delicado momento, accedió a la solicitud de la viuda del rey, calculando que para sus planes futuros, mejor era tenerla de amiga.

Al final, a insistencia de Ptolomeo basada en los deseos del propio Alejandro, su cadáver fue entregado a embalsamadores egipcios para ser momificado.

Mientras tanto, La caballería conducida por Pérdicas forzó a la infantería, que estaba bajo las órdenes de Meleagro, a aceptar sus términos, y para ello impidió el acceso de provisiones a la ciudad durante una semana. Estos términos exigían la aceptación del hermanastro retrasado de Alejandro, Filipo Arrideo, que era el candidato de la infantería para convertirse en rey, pero con la condición de que el hijo aún no nacido de Roxana, esposa del macedonio, debería gobernar también junto con Arrideo, aun siendo un muchacho. Pérdicas fue nombrado Regente del Imperio, e inmediatamente después ordenó la ejecución de los líderes de la revuelta de la infantería, haciendo que fueran pisoteados por elefantes de guerra en un desfile.

En torno al fallecimiento de Alejandro se han escrito ya muchas versiones. Que si fue una extraña enfermedad castigo de los dioses por su arrogancia o que fue asesinado como resultado de una conspiración. y en cuanto a esta variante, que un veneno fue enviado por Antípatro para él, por cuyos efectos es que murió. También se afirma que el veneno lo adquirió Antípatro de Aristóteles, quien ahora temía a Alejandro debido a lo sucedido a su pariente Calístenes, ejecutado no hacía mucho por órdenes del Macedonio, acusado de traición. Se dice que el veneno fue transportado por Casandro, el hijo de Antípatro, quien según algunos lo trajo en el casco de una mula, y que Iolao, su hermano menor, se lo administró al rey. Y es que este hombre era el copero real, y había recibido alguna afrenta de parte de Alejandro poco tiempo antes de su muerte. Otros han afirmado que Medio, que era amante de Iolao, participó en este hecho, porque fue él quien indujo al rey a asistir al banquete.

Lo cierto es que la espada de Alejandro fue el último resplandor de la Grecia de Dioniso. Él iluminó el Oriente y el Occidente. El hijo de Olimpia la poderosa reina de Epiro, murió en la cima de su victoria y de su ensueño, dejando los jirones de su imperio a sus generales. Pero su pensamiento no murió con él. Había fundado lamaravillosa ciudad de Alejandría, donde la filosofía oriental, y el helenismo se fundyrían en el crisol del esoterismo egipcio.

III.LA TUMBA DE ALEJANDRO MAGNO.

Alejandro III de Macedonia, hijo de Filipo II de Macedonia, apodado el grande (Magno), murió en Babilonia en junio del 323 a. C. Prácticamente desde que Alejandro Magno exhaló su último suspiro, sus generales comenzaron a disputarse su imperio. Perdicas había sido nombrado regente

por el propio conquistador justo antes de morir. Pero los otros compañeros de armas no reconocieron su autoridad y en seguida comenzaron a conspirar unos contra otros para hacerse con la herencia alejandrina.

Al cabo de unos pocos días, la noticia de la muerte de Alejandro se difundió por todos los rincones de los vastos territorios conquistados por el Macedonio. En Grecia, fue recibida con aplausos y muestras de alegría en Atenas y Esparta y otras ciudades. Antípatro que se encontraba en Pella preparando su viaje a Babilonia, respiró aliviado, pues con la muerte de su rey, desaparecían por el momento las preocupaciones de tener que rendir cuentas ante él.

En Dodona,capital deEpiro, la información conmovió hasta sus cimientos las diferentes capas de la sociedad y en el palacio real se recibió como si un rayo hubiera fulminado a todos los presentes. Olimpia, la madre de Alejandro, con gran valentía, escuchó los detalles del informe que le trajo un correo despachado por Ptolomeo y luego se retiró a sus habitaciones, en donde ni siquiera su hermana Troade y su amiga Lánice pudieron entrar en varios días.

Una semana después, Olimpia muy demacrada acudió al templo de Zeusde la ciudad y ofreció una grandiosa ceremonia fúnebre en honor de su hijo. En todo el Epiro se decretó duelo oficial por 15 días. Durante ese término, se efectuaron banquetes y juegos funerarios más grandes que los organizados para las honras fúnebres de su marido Filipo II y su hermano Alejandro I "El Moloso".

La noticia del fallecimiento de Alejandro fue un duro golpe para Olimpia del cual tardó mucho tiempo en reponerse. No sólo porque perdió a su hijo idolatrado que desde su nacimiento había sido la verdadera, la única causa de su existencia, sino porque en medio de su terrible dolor, comprendía perfectamente que se había quedado sin el único protector que podía garantizar la seguridad de su familia. Ahora su hermana Troa, su hija Cleopatra, su ahijada Tesalónica y ella misma, no eran más que un grupo de mujeres desamparadas, a merced de los feroces lobos que se disponían ya a disputarse a dentelladas, el jugoso bocado que era el imperio de Alejandro.

Entre tanto, en Persia se trataba de decidir dónde y cómo enterrar a Alejandro. Se barajaron varias localizaciones: Babilonia, el oasis de Siwa, Macedonia. Todos eran conscientes de la importancia de la decisión, pues quien controlara la tumba podría otorgarse una legitimidad absoluta, ya que según las costumbres macedonias, el que enterraba a un monarca podía aspirar a ser reconocido como su sucesor.

Mientras tenía lugar la discusión sobre el destino de sus restos, se produjo el primer suceso extraordinario que rodea al cadáver. Según la tradición macedónica, un rey fallecido debía ser incinerado, y sus cenizas habían de depositarse en una tumba. Sin embargo, el cuerpo de Alejandro fue momificado y colocado en un sarcófago antropomorfo de oro que se puso a su vez en otro ataúd de oro y se cubrió con una capa púrpura. Pusieron después sus restos en un templo de Babilonia para ser velados.

Eumenes de Cardia que fuera primero Secretario del rey Filipo II y luego de Alejandro Magno, refirió en carta dirigida a Antípatro que el ejército macedonio organizó una asamblea en la cual rechazaron seguir con los futuros planes de conquista de Alejandro y con sus caros proyectos de construir templos. También, acordaron inicialmente que el cadáver de Alejandro debía ser trasladado a Egipto, para respetar su deseo. Pero el "Vidente" de la expedición, Aristandro,consultado dijo que la nación que tuviera en su poder el cuerpo de Alejandro nunca sería conquistada. Esto hizo que la Asamblea acordara que tenían que enviar el cadáver a Egas,la antigua capital de Macedonia, para que Olimpia de Epiro, la reina madre lo enterrara en el cementerio de los reyes macedonios.

Contaba además, que después de la muerte de Alejandro, su viuda Roxana, se deshizo de Estatira la esposa persa de éste y de su hermana Dripedis, la viuda de Hefestión, envenenándolas con la complicidad de Pérdicas, el general a quien Alejandro había cedido temporalmente su poder. Sus cuerpos fueron arrojados a un pozo. ¿Por qué mandó matar a la joven viuda de Hefestión?

¿Qué clase de celos atormentarían a Roxana para poner fin a la vida de las dos hijas del rey Darío? ¿Las consideraría cómplices y culpables de la preferencia amorosa de Alejandro por Hefestión, a quien el joven rey macedonio amaba mucho más que a ella misma? ¿Estaría la princesa Estatira embarazada de pocos meses y se abría la posibilidad de que podría ser madre de un heredero de sangre real persa y macedonia entremezcladas?.

Tras su momificación en Babilonia, el cuerpo de Alejandro debía ser enviado con gran pompa hacia Macedonia. Para trasladar el cuerpo desde Persia, se diseñó un enorme carro que pretendía ser un reflejo de la propia vida de Alejandro Magno. Parece que, mientras sus generales se disputaban el destino del imperio, en lo único que se pusieron de acuerdo fue en que el carruaje, al igual que Alejandro, debía dejar un recuerdo imperecedero en la historia.

En cada esquina del carro habían estatuas de la diosa griega de la victoria, Niké, también hechas del preciado metal. Diversos adornos completaban la parte superior del suntuoso carromato. En los laterales se representaron los triunfos de Alejandro Magno y a este acompañado de sus guardias persas y macedonios. También había imágenes de su famosa caballería, así como de la flota y de una espectacular formación de elefantes de guerra indios. Las ruedas tenían figuras de enormes cabezas de leones cuyos dientes sostenían lanzas. El tamaño del carruaje era tal que, hacían falta 64 mulas para tirarlo. Cada uno de los animales llevaba una corona de oro y un collar de gemas. El sarcófago se colocó en un templo griego dorado. La entrada estaba presidida por dos leones propios de la iconografía persa. Una malla de hilo de oro cubría el espacio entre las columnas del templo.

Sin duda, la imagen de ese conjunto debió ser algo inolvidable, una muestra de las riquezas que había conseguido Alejandro con sus conquistas. Su fusión de iconografía persa y griega simbolizaba el imperio multicultural que había fundado. Al frente de este costoso proyecto Pérdicas designó a un tal Arrideo sin saber que era hombre de confianza del general Ptolomeo.

El magnífico carruaje funerario tardó casi un año en estar listo. Salió desde Siria en la segunda mitad del 322 a. C. Pero Arrideo había hecho un acuerdo secreto con Ptolomeo, y condujo la procesión en dirección sur, hacia Egipto cuando se aproximaba a Damasco, en vez de ir al norte hacia Macedonia. Pérdicas recibió esta noticia con una semana de retraso e inmediatamente mandó un contingente de caballería, bajo las órdenes de los comandantes Átalo y Polemón, para que persiguieran a Arrideo. Podrían haber capturado al lento catafalco, pero el general Ptolomeo había ido al norte con su ejército para escoltarlo, así que los hombres del Regente fueron aniquilados en una sangrienta emboscada que les preparó.

Ptolomeo había llegado a Egipto a finales del año 323 a. C., donde se enfrentó a Cleómenes, encargado por Alejandro de la administración financiera del país del que se había convertido en sátrapa. Cleómenes fue mantenido en su cargo por Perdicas para secundar y, sin duda espiar, a Ptolomeo. Éste y los otros diádocos coincidieron en que el espionaje y los inevitables conflictos que iban a desarrollarse eran la mejor manera de debilitar la posición del audaz general. Pero Ptolomeo eliminó rápidamente el problema escuchando con atención las acusaciones bien fundadas de los egipcios contra Cleómenes. Éste fue ejecutado rápidamente. Desembarazado de este enemigo, Ptolomeo se volvió hacia la Cirenaica. Cirene estaba agitada por problemas políticos entre las diversas facciones y un mercenario espartano, Tibrón, el hombre que había matado a Hárpalo en Creta. Tras ser expulsado de la ciudad por uno de sus generales, la asedió. Para complicar las cosas, la ciudad estaba experimentando una revolución democrática. Algunos oligarcas se refugiaron tras Ptolomeo previendo la conveniencia de aprovechar la situación. El compañero de armas de Ptolomeo, Ofelo, fue enviado con un ejército con el que aplastó a los cirenaicos, quienes se habían reconciliado con Tibrón antes de la llegada de la armada de Ptolomeo. Tribón fue asesinado y Ofelo se convirtió en gobernador de la Cirenaica bajo el control egipcio.

Como es de suponer, estos acontecimientos inquietaron a Pérdicas, que tenía una ambición desmesurada, por la que se había ganado a numerosos enemigos. En poco tiempo, Pérdicas veía desmoronarse sus planes de ser el único dueño del inmenso imperio forjado por la espada de su difunto rey.

Para colmo, Cleopatra, la hermana de Alejandro con la que planeaba casarse, cansada de las dilaciones del regente, aconsejada por su madre Olimpia que estaba molesta por el matrimonio de Filipo III, con Eurídice propiciado por Pérdicas, ya que lo consideraba una amenaza, se negó a contraer matrimonio con él.

Ptolomeo, instaló el cuerpo momificado de Alejandro Magno en Menfis, adaptando una tumba vacía que había sido preparada para el último faraón nativo de Egipto, Nectanebo II, mientras le preparaba una sepultura a su altura en Alejandría, la gran capital que debía potenciar Alejandro con su presencia póstuma . El lugar propuesto para la tumba era una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, en la necrópolis de la antigua Menfis, encontrándose al final de una larga avenida de esfinges.

La fecha exacta en la que años después el monarca Ptolomeo II Filadelfo transfirió la tumba de Alejandro a la nueva capital de Alejandría fue un secreto bien guardado, pero probablemente fue poco después de que su padre PtolomeoI muriera en el 282 a.C.

Sus descendientes se encargarían de enriquecer y ampliar este monumento hasta convertirlo en una grandilocuente tumba, conocida como el Soma.

No nos ha llegado ningún detalle de la tumba construida por Filadelfo, pero existe la pequeña posibilidad de que la magnífica antecámara del túmulo de la tumba se encontrara en 1907, dividida en trozos, en los cementerios latinos de la moderna Alejandría. Esta primera tumba alejandrina fue reemplazada por un magnífico mausoleo en el centro de Alejandría, hacia el 215 a. C., por el nieto de Filadelfo, Ptolomeo IV Filopator. El mausoleo de Filopator se erigió dentro de un enorme recinto sagrado, conocido como el Soma.

El historiador Zenobio afirmaba que el Soma, que significa cuerpo en griego), se hallaba en el centro de la antigua ciudad de Alejandría, mientras que Aquiles Tacio mencionó un distrito llamado Alejandro en honor del macedonio, donde dos calles grandiosamente decoradas con columnas se cruzaban en ángulos rectos. Este cruce de caminos se encuentra dentro de un área cerrada en el corazón de la ciudad. De modo similar, Estrabón y Diodoro Sículo, ambos testigos oculares, describieron la tumba de Alejandro comentando que reposaba dentro de una grandiosa y magnífica zona amurallada, y Estrabón especifica que esta área era adyacente a los palacios reales cercanos al puerto.

Según antiguos relatos árabes , tras descender 10 escalones de la amplia escalinata de granito que conectaba el imponente vestíbulo de la tumba de Alejandro custodiada por dos enormes leones de bronce, con la cripta principal, se atravesaba la sala de un templo egipcio dedicado al dios Amón del cual el Macedonio se consideraba hijo. Las paredes estaban cubiertas de escenas policromadas que mostraban la visita del macedonio al oráculo de Siwa.

Tras descender de nuevo varios escalones se recorría una estancia cuyas paredes del más fino mármol estaban adornadas con bajo relieves de bronce que describían las principales batallas en que participara en vida el divino Alejandro, comenzando por la de Queronea, en la que se diera a conocer como uno de los más valientes y sabios estrategas de la historia.

Por fin se entraba en un amplio salón octogonal, en cuyo centro se encontraba el majestuoso sepulcro del héroe, que era iluminado al mediodía por los rayos del sol que descendían a través de una claraboya de cristal de roca existente en el centro de la elevada bóveda del techo, decorada con representaciónes de las constelaciones del Zodíaco, cuyas estrellas eran de oro. Parece que inicialmente el sarcófago de Alejandro era también de oro puro cubierto de jeroglíficos egipcios, pero según el historiador Diodoro Sículo, luego Ptolomeo IX lo sustituyó por uno de cristal para apropiarse del valioso metal.

Con el decursar de los años, esta tumba se convirti´ó en meta de peregrinos (entre ellos muchos emperadores romanos como Julio César o Augusto) y lugar de culto durante siglos.

Julio César llegó a Alejandría, después de haber perseguido a su enemigo Pompeyo, y tuvo ocasión de ver los restos del admirado Macedonio. Su heredero político, César Augusto, también visitó la tumba en un acto plagado de propaganda. Decidió ver los restos del conquistador y para ello ordenó que fueran sacados de su tumba, adornando el cadáver con flores y una corona de oro. Según las fuentes del periodo, cuando Augusto estiró la mano para tocarle la cara a Alejandro le rompió de forma accidental un pedazo de nariz.

La visita del Emperador de turno a la tumba de Alejandro se convirtió en «protocolaria» con el paso de los siglos. Algunos, como Cayo Calígula, que la conoció en un viaje con su padre de niño, se apoderaron de distintos objetos presentes (en su caso de la coraza de Alejandro). Por el contrario, Septimio Severo ordenó sellar el acceso a la tumba al ver lo poco protegida que estaba, en el año 200 d. C. Al respecto, Dión Casio, nos revela que el emperador Septimio Severo guardó en la tumba algunos libros de la tradición mágica egipcia.

La última visita imperial conocida es la del hijo de Severo, Caracalla, en el 215 d. C. Dejó su anillo y su cinturón como tributo a Alejandro y se marchó para organizar la traicionera y

sangrienta aniquilación de la mayoría de los hombres jóvenes de Alejandría.

Resumiendo esteacápite del relato podemos concluir que en Egipto se veneró y divinizó la figura de Alejandro como hijo de Amón-Zeus, ya que se le consideraba hijo de un dios y una mortal, como Heracles o Aquiles (el gran ídolo de Alejandro).

¡Desde niño, Alejandro soñó con ser considerado un Dios, y al morir parecía que lo había logrado!

Sin enbargo, con la decadencia del Imperio romano, Alejandría se vio azotada por distintos saqueos y revueltas, que terminaron por perder el rastro de la tumba del gran conquistador.

Así por ejemplo Amiano Marcelino relata un incidente que tuvo lugar hacia 361. El patriarca Georgius se dice que planteó una pregunta retórica a las masas alejandrinas concerniente a un templo alto y magnífico del genio de Alejandría: "¿Cuánto tiempo estará de pie esta tumba?" preguntó. Por genio Amiano quiere decir la deidad tutelar de la ciudad y ésta podría representar a Alejandro. Alejandro es la única figura a la que esta expresión podría ser aplicable, cuya tumba también se encontraba dentro de la ciudad. al final del siglo IV o a comienzos del V, Juan Crisóstomo afirmó en un sermón que la tumba de Alejandro era entonces "desconocida para su propio pueblo", en otras palabras, para los paganos de Alejandría. Algunas décadas después Teodoreto puso a Alejandro en una lista de hombres famosos cuyas tumbas eran desconocidas.

Aunque estas evidencias demuestran que todavía en el siglo IV la tumba seguía en su lugar original, no se puede constatar que saliera intacta, en el 365, del gran terremoto seguido de un tsunami gigantesco, que provocó estragos en las regiones costeras y ciudades portuarias de todo el Mediterráneo oriental.

Alejandría sufrió grandes destrucciones en el cataclismo, y algunas zonas de la ciudad cercanas al puerto, quedaron sepultadas bajo las aguas del mar.

A partir de este momento, durante largos siglos un denso manto de silencio cubrió toda nueva referencia a la famosa tumba.

No obstante, existen un par de citas a una mezquita o tumba de Alejandro en textos árabes que datan de los siglos IX y X. UnaInformación crucial es aportada por el mapa de Braun & Hogenberg, de alrededor de 1575, que muestra un edificio con un minarete y una pequeña capilla en el mismo lugar que la mezquita Atarina. Es bastante significativo que la mezquita esté situada en el centro exacto del mapa, así como también lo es que la capilla esté rotulada con las palabras latinas Domus Alexandri Magni, que significan "La casa de Alejandro Magno". Continuando con sus visitas a Alejandría alrededor de 1517, León el Africano afirmó que la tumba de Alejandro existía "en una pequeña casa con la forma de una capilla".

Además, durante la campaña de Napoleón Bonaparte en Egipto en 1798, se descubrió un antiguo sarcófago egipcio situado en una capilla en el patio de la mezquita Atarina en Alejandría. Los lugareños aseguraron que se trataba de la tumba de Alejandro Magno. Cuando el ejército de Napoleón fue vencido por los ingleses en 1801, Edward Daniel Clarke llevó el sarcófago al Museo Británico de Londres y escribió un libro sobre él, recopilando lo que se sabía de la tumba de Alejandro. Cuando Champollion descifró los jeroglíficos en 1822, se supo que el sarcófago tenía una inscripción que describía que aquel era el sarcófago del faraón Nectanebo. Al principio se pensó que hacía referencia a Nectanebo I, pero pronto se corrigió el error: era de Nectanebo II. Por entonces, creían que este hecho eliminaría toda conexión del sarcófago con Alejandro, pero ahora podemos ver que esto es perfectamente consistente con el argumento de que Ptolomeo se apoderó de la que iba a ser la tumba de Nectanebo en Saqqara. Además, se sabe que el hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II Filadelfo, trasladó la tumba de Alejandro de Menfis a Alejandría, lo que explica por qué el sarcófago se encontraba en la gran ciudad portuaria fundada en Egipto por Alejandro.

Después de que los británicos transportaron el sarcófago a Inglaterra entre 1802 y 1803, la mezquita Atarina se deterioró rápidamente y pocas décadas después había desaparecido.

Más resiente en el tiempo, además de varias fantasiosas teorías surgidas sobre supuestos enterramientos de los restos de Alejandro en diferentes lugares de Europa y el Medio Oriente, que incluyen incluso la cripta de la catedral de San Marcos en Venecia, en la que en vez del cuerpo preservado del santo, se estaría erróneamente venerando la momia del Macedonio, desde septiembre del 2014 están en curso las excavaciones de una sepultura en la antigua ciudad de Anfípolis que se ha fechado entre los años 330 y 300 a. C. De inmediato se empezaron a esparcir en los diferentes medios de comunicación internacionales la idea de que el complejo funerario excavado pudiera ser la tumba del conquistador macedonio, lo que se considera ahora bastante improbable, valorándose como hipótesis más creíble que pueda llegar a pertenecer a su esposa Roxana y a Alejandro IV, hijo de ambos, quienes murieron asesinados en 309 a. C, por orden de Casandro, el traicionero hijo del general macedonio Antípatro, al que por cierto, algunas fuentes de la antigüedad culpan de haber envenenado también a Alejandro.

Lo cierto es que hasta hoy se desconoce el destino final de la tumba y el cuerpo de Alejandro Magno. No importa, el recuerdo de sus sueños y sus hazañas, ha trascendido, a través de los milenios hasta nosotros, cimentando un aura de fama y gloria que supera la inmortalidad que ambicionó.

De poderlo saber, estoy seguro que tanto él como su madre la reina Olimpia de Epiro, estarían muy complacidos.

Fin  

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