PETUBASTIS III Y LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN DEL EJÉRCITO DE CAMBISES
Lic. Miguel Angel García Alzugaray
Uno de los más grandes misterios arqueológicos de todos los tiempos es la desaparición de un ejército persa de 50.000 hombres en el desierto de Egipto, alrededor del año 524 a. C.
Cuando el rey persa Cambises II, hijo de Ciro II el Grande, decidió conquistar Egipto en el año 525 a. C., no calculó o no supo valorar las catastróficas consecuencias que esta campaña podían acarrear en su ejército. Tras la conquista de Asia por su padre, el único país que quedaba por caer dentro del saco persa era, precisamente, Egipto. Por ello, Cambises no tardó en planear una expedición hacia el Valle del Nilo. Y la verdad es que los hechos demuestran que no le costó mucho deshacerse del faraón que por entonces reinaba en Egipto, Psamético III, y llegar hasta Nubia, al sur del país.
Pero Cambises anhelaba poseer hasta el último grano de arena del desierto faraónico. Fue entonces cuando el rey persa oyó hablar del oráculo que desde Ammonium lanzaban contra él. La estatua del dios era transportada sobre una barca dorada y dependiendo de la pregunta que se le hiciera movía la cabeza en un sentido o en otro, gesto que se encargaban los sacerdotes de interpretar. Según el vaticinio, el trágico final de Cambises estaba al llegar, así como la terminación de su gobierno sobre Egipto.
Haciendo gala de su carácter despótico y sacrílego, Cambises se rió del pronóstico del oráculo y, furioso, mandó un ejército de 50.000 hombres para destruir y someter a los habitantes del oráculo de Amón. El historiador Heródoto (s. V a. C.) relata lo que le ocurrió al ejército de Cambises.
"Una vez conquistadas las grandes ciudades de las riberas del Nilo, Cambises mandó una triple expedición: contra los cartagineses, contra los amonios (los habitantes del oasis de Siwa) y contra los etíopes. En concreto, Heródoto nos dice que hizo enviar contra los amonios lo más selecto de su infantería. Una expedición de casi 50.000 hombres que jamás llegarían a su destino debido a que el propio dios Amón vino desde su reino celestial para aplastarlos".
El historiador griego relata que "las tropas que habían sido enviadas para atacar a los amonios, después de haber partido de Tebas, poniéndose en camino con unos guías, llegaron, sin ningún género de dudas, a la ciudad de Oasis (la actual Kharga), ciudad que ocupan unos samios que, según cuentan, pertenecen a la tribu Escrionia y que distan de Tebas siete jornadas de camino a través de una zona desértica (...) Según cuentan, hasta ese lugar llegó, pues, el ejército; pero, a partir de allí, a excepción de los propios amonios y de quienes se lo han oído contar a estos últimos, nadie más sabe decir nada sobre su suerte, pues las tropas no llegaron al territorio de los amonios ni regresaron a su punto de partida. En concreto, la versión que, a título personal, dan los amonios es la siguiente: resulta que, cuando, desde la mencionada ciudad de Oasis (Kharga), se dirigían contra ellos a través del desierto y estaban, más o menos, a mitad de camino entre su país y Oasis, se desató sobre los persas, mientras estaban tomando almuerzo, un viento del sur sumamente violento, que, arrastrando torbellinos de arena, los sepultó, y así fue como desaparecieron" (Hdt. 3, 26, 1-3).
Las tormentas de arena que se producen en el desierto egipcio pueden generar catástrofes como las que acabamos de contar. El prestigioso egiptólogo egipcio Ahmed Fakhry cuenta en su monografía sobre el oasis de Siwa a colación del misterio del ejército de Cambises, que en el año 1805 una caravana de 2.000 personas con sus camellos sucumbió a los efectos de la arena cuando estaban en ruta desde Darfur, al oeste del Sudán, hacia la ciudad de Asiut, en el Egipto Medio.
Existe un documento llamado el Manuscrito de Siwa en donde se recogen algunos de los acontecimientos más extraordinarios ocurridos a lo largo de la historia de este oasis. En él se puede leer cómo lo mismo que sucedió a Cambises pasó años después a dos ejércitos distintos. El primero era una tropa que salió del lugar con el fin contrarrestar la acción de los invasores musulmanes. Sin embargo, nunca pudo llegar a su destino porque, al igual que sucedió en el año 525 a. C., una tormenta de arena se tragó a todos los soldados.
El segundo hecho sucedió a un grupo de soldados de la tribu Tibbu, habitantes de los gigantescos oasis que se extienden al sur del Gran Mar de Arena, en el desierto occidental, y que se dirigían hasta Siwa con las mismas intenciones que Cambises: destruir el lugar y hacer prisioneros a todos sus habitantes. Pero al final corrieron la misma suerte que el rey persa.
Con el auge de la arqueología científica en el siglo XIX, y la incesante y prolífica serie de excavaciones arqueológicas en Egipto que se inició entonces, la búsqueda del ejército sepultado ha sido lo bastante exhaustiva como para que ya se hubiera descubierto todo o parte de este ejército.
Ya en 1800 el arqueólogo Giovanni Battista Belzoni exploró el desierto en vano buscando el ejército perdido.Tal vez el explorador del desierto más famoso es el Austro-húngaro conde László Almásy (1895-1951), cuya vida sirvió de inspiración para la película de Anthony Minghella El Paciente Inglés.En 1936, Almásy se adentró en el desierto en busca de pistas de los soldados desaparecidos, pero las dunas gigantes del Gran Mar de Arena y el siroco - el calor, viento fuerte del sureste impredecible que sopla desde el desierto del Sahara en Egipto - lo detuvieon.
El explorador húngaro achacaba a la virulenta acción del quibli, el viento sur del desierto la formación de tormentas que eran capaces de acabar con todo lo que se interpusiera por medio.
El quibli consiste en una serie de fortísimas e inesperadas ráfagas de viento acompañadas de una ola de calor insoportable. Algo que los antiguos egipcios muy bien pudieron haber interpretado como el aliento destructivo del dios Amón del oráculo de Siwa.
En las últimas décadas ha habido varios informes sobre interesantes descubrimientos en el desierto occidental de Egipto.Todo empezó con informes sobre la expedición de Castiglioni en 1996 y continuó con el anuncio del geólogo Aly Barakat de importantes descubrimientos en el área alrededor de Bahrein.El interés sobre el ejército perdido continuó y en el 2000 se dijo que un equipo de geólogos de la Universidad de Helwan, la prospección de petróleo en el desierto occidental, había tropezado con huesos humanos dispersos y reliquias de la guerra antigua como puñales y puntas de flecha.Anunciandose que las futuras investigaciones serían supervisadas por el Consejo Supremo Egipcio de Antigüedades (SCA), pero aún no se ha publicado ninguna información acerca de los resultados científicos de esa investigación.En 2003, el geólogo Tom Bown, acompañado por el arqueólogo Gail MacKinnon y un equipo de filmación, regresó al desierto. Su búsqueda no resultó concluyente.En 2005, otra expedición de seguimiento por un equipo de la Universidad de Toledo, Ohio, llegó a la zona alrededor de Bahrein, pero no encontró nada importante, salvo una gran cantidad de arena fosilizada, que creían podía haberse confundido con fragmentos de huesos humanos.En noviembre de 2009, los arqueólogos italianos Ángelo y Alfredo Castiglioni aseguraron haber encontrado restos de soldados sepultados bajo las arenas del desierto del Sáhara, al sur de Siwa. Afirmaron haber hallado artefactos aqueménidas que datan de la época de Cambises: armas de bronce, un brazalete de plata, pendientes y cientos de huesos humanos. Tras varias semanas de euforia en los medios, la noticia se desinfló rodeada de la mayor desconfianza, ya que nada de cierto se pudo probar.
¿Cómo es posible que un ejército de 50.000 soldados desaparezca de esa manera y 2.500 años después siga sin ser encontrado?
Sin embargo, el equipo del egiptólogo Olaf Kaper, de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, informó en el 2014, haber descubierto lo que podría calificarse como un pacto de silencio promovido por intrigas políticas de aquella época, y ha llegado a una explicación del todo distinta a las barajadas hasta ahora:
Aquel ejército no desapareció tragado por una duna, sino que fue derrotado por el enemigo. Kaper argumenta que sus últimos hallazgos demuestran que el ejército no estaba simplemente cruzando por el desierto; su destino final era el Oasis de Dachla, donde estaban desplegadas las tropas de Petubastis III, el líder rebelde egipcio. Éste consiguió tender una contundente emboscada al ejército de Cambises, y de esta forma logró, desde su base de operaciones en el oasis, reconquistar una gran parte de Egipto, después de lo cual se coronó como faraón en la capital, Menfis.
El hecho de que el destino del ejército de Cambises no se haya aclarado durante dos milenios y medio se debe probablemente al rey persa Darío I, quien sofocó la revuelta egipcia con un gran derramamiento de sangre, dos años después de la derrota de Cambises. Comprendiendo el alto valor propagandístico de alterar la historia oficial del modo más beneficioso para sus intereses políticos, Darío I optó por ocultar el gran fracaso de aquella derrota bélica, y atribuir a los elementos naturales el trágico fin de la campaña militar lanzada por su predecesor.
Kaper realizó este descubrimiento de manera accidental. En colaboración con las universidades de Nueva York y Lecce, formó parte de las excavaciones de Amheida, en el Oasis de Dakhla, durante 10 años. A principios de este año, decifró el listado completo de títulos de Petubastis III sobre antiguos bloques del templo.
"Una vez que combinamos esto con la limitada información que se tenía sobre Petubastis III y el relato de Heródoto, fuimos capaces de reconstruir lo que realmente sucedió", declaró".
Sin negar que esta interesante teoría podría explicar de alguna forma lo acaecido con el ejército de Cambises, al no poder ser corroborada hasta ahora por fuentes o pruebas convincentes, lo único cierto es que las eternas arenas del desierto egipcio siguen guardando celosamente el secreto de lo ocurrido.
FIN