¿EXISTIÓ REALMENTE EL REY ESCORPION?
Lic. Miguel Angel García Alzugaray 30 de abril del 2017
Durante mucho tiempo, los reyes del periodo predinástico, se consideraron por la Egiptología como personajes míticos, pero poco a poco se han ido obteniendo datos que confirman la existencia de muchos de ellos.
Lo cierto es que hacia el 10,000 a.C, la desertificación del Norte de África obligó a las tribus nómadas a desplazarse hacia el Nilo en busca de un hábitat adecuado a sus necesidades. Ya en el 3.500 a. C., las tribus nómadas empiezan a asentarse a lo largo del río Nilo formando estables asentamientos que, gracias a la fertilidad de la tierra, darían lugar a aldeas y ciudades. Los lazos de amistad y enfrentamientos existentes entre los distintos poblados llevaron (hacia finales del cuarto milenio a.C.) a la aparición y rivalidad de dos grandes entidades políticas de tipo monárquico: un reino en el norte, o Bajo Egipto, y otro en el Sur, o Alto Egipto (de ahí el nombre de Doble País o Las Dos Tierras, como se conoce a Egipto).
En este contexto ya se habían establecido la escritura jeroglífica, la irrigación, la jerarquización política y social, los cultos básicos del panteón religioso (casos de Horus, Set, Hathor, Min...), etc. y encontramos a un rey real cuya política estaba centrada en encaminar su gobierno hacia lo que sería la primera unificación de las dos coronas: la blanca del Alto Egipto y la roja del Bajo Egipto, considerando esta división con relación al curso del Nilo.
Son muchas las teorías que se han suscitado, entre las que destacan aquellas que atribuyen la unificación a reyes posteriores; en cualquier caso, la opinión más generalizada es que el rey Escorpión constituyó uno de los últimos representantes de la lucha por la unidad del Egipto predinástico, que Narmer-Menes sería el fundador del Imperio y que Aha sería su primer sucesor.
Parece ser que a Escorpión le sucedió un rey llamado Ka, del que poco se sabe, y al que se atribuye una tumba en Abydos. Algunos estudiosos piensan que este Ka podría ser el padre de Narmer, y a éste último le sucedería su hijo Aha, que comenzaría la etapa faraónica propiamente dicha, pues es el primer faraón que se representa con doble corona, la roja y la blanca.
Se dice que la existencia del Rey Escorpión quedó atestiguada por una lápida descubierta por el arqueólogo Gunter Dreyer -a fin del s. XIX-, donde se observa esculpido un escorpión acompañado del halcón de Horus, que simbolizaba la realeza egipcia.
El rey llamado Escorpión habría inaugurado o continuado una tradición de realeza ya que la unificación del Antiguo Egipto fue llevada a cabo con posterioridad a Escorpión, aproximadamente hacia el año 3100 a.C., cuando el Alto Egipto conquistó al Bajo Egipto.
Dentro de todo lo impreciso que son los datos sobre el Rey Escorpión, sobre el cual se duda hasta de su misma existencia, la versión más popular y conocida sostiene que habría vivido quizás hacia el año 3200 o 3300 a.C, y que habría conquistado militarmente la ciudad de Hieracómpolis, la más importante del Alto Egipto, transformándose en el unificador de éste.
Esta ciudad, fue nomo. Así se conocía a cada subdivisión territorial del Antiguo Egipto. En egipcio se decía sepat o hesp, cuyo traducción es superficie cultivable..
El nombre del Rey Escorpión provendría de la resistencia que presenta el escorpión a la sequedad del desierto, fuera de su letalidad, lo que aludiría a las cualidades guerreras del sujeto.
Como decíamos al principio, se creía que tanto el Rey Escorpión como otros tantos reyes de la época eran personajes míticos, basándose en la dualidad hombre-animal característica de la religión egipcia. La obviedad que ofrece el caso del rey Escorpión ha sumido a este personaje en el más absoluto misterio hasta que ciertas excavaciones, llevadas a cabo en los desiertos del sur de Egipto, proporcionaron evidencias de que esos primeros gobernantes "predinásticos" fueron reales.
La existencia de Horus Escorpión parece confirmada por una «cabeza de maza ceremonial» de piedra caliza, descubierta en un templo de Hieracómpolis durante el periodo de excavaciones de 1897/98 por los arqueólogos James Edward Quibell y Frederick William Green, en la que figura un faraón, de gran tamaño, con la corona Blanca del Alto Egipto y la imagen de un escorpión grabado junto a su cabeza. Esta maza, custodiada en el Museo Ashmolean, es una de las representaciones más antiguas de un rey egipcio. Pertenece a una época en la que la escritura era incipiente, grabándose junto al rey un escorpión, a modo de jeroglífico, que representaría el nombre del faraón.
Además, añadió Lucía, en uno de los vasos dedicados por él en Hieracómpolis, está acompañado del halcón Horus, símbolo de la realeza egipcia. Se ha querido interpretar estos hallazgos, como evidencias de la existencia de un gobernante llamado Horus Escorpión, que habría realizado la unificación del Antiguo Egipto o su inicio, pues según la tradición fue llevada a cabo con posterioridad, hacia el año 3150 A. C., cuando los gobernantes del Alto Egipto dominaron al Bajo Egipto.
Horus Escorpión lleva una azada en la mano, que se relaciona con los ritos religiosos sobre la apertura de los diques tras la inundación del Nilo, o el primer surco en el campo. Los estandartes, con aves -concretamente avefrías o el ave rejit, simbolizarían los nomos o poblaciones implicadas de Egipto. Varias plantas de papiro indican que el acontecimiento transcurría en el Bajo Egipto; también hay una flor de siete pétalos en la parte superior, de difícil interpretación. Los nueve arcos que representan a los tradicionales enemigos de los egipcios, se interpretan como prueba de que los ataques que culminaron con la unificación de Narmer comenzaron en el Bajo Egipto.
Pero lo más interesante es que al parecer, existió con anterioridad otro Rey Escorpión que en este caso sería cronológicamente el primero. En 1988, los arqueólogos Werner Kaiser y Günter Dreyer del Instituto Arqueológico Alemán en El Cairo, descubrieron el nombre del rey en las excavaciones de la tumba Uj, en Umm el-Qaab Abidos; está datada en la cultura Naqada III; por tanto, se trataría de un rey distinto al de la misma denominación de la Dinastía 0: el rey Horus Escorpión II.
La tumba posee doce cámaras, de 9,10 m × 7,3 m, y contenía recipientes de donaciones, varillas de marfil, un cetro real, y varios cientos de vasijas de vino que, en parte, fueron importadas de la zona de Canaán. Las etiquetas de las jarras representan la evidencia más antigua que se conoce de posibles signos escritos legibles fonéticamente en Egipto.
Los excavadores de la tumba consideran que no es el mismo "Escorpión", como lo atestiguan las inscripciones del muro, ya que no es del mismo período. Aunque los escorpiones que adornan la tumba pudieran no ser el nombre de un rey, sino la representación de un cargo o de un nomo.
Los objetos encontrados dentro de la tumba fueron notables y causaron gran sorpresa a los excavadores: imágenes de escorpiones con forma real y un montón de vasijas importadas desde el norte de Canaán, situada mil kilómetros al noreste, que posiblemente contenían vino. Algunas adjuntan pequeñas etiquetas de marfil que representan aves, y otros animales y están marcadas con el nombre de la ciudad Bast (en griego: Bubastis) que está situada en la mitad este del delta, en el Bajo Egipto, a 550 km de distancia. Obviamente, el propietario ordenó almacenar estas vasijas importadas, en las que se puede leer de las plantaciones de Escorpión.
Fin