¿EXISTIÓ REALMENTE EL CABALLO DE TROYA?
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¿EXISTIÓ REALMENTE EL CABALLO DE TROYA?
Lic.Miguel Angel García Alzugaray
La historia del caballo de Troya es una de las más famosas del mundo antiguo. La gran pregunta que todos nos hacemos es: ¿existió realmente?.
En los oídos de todos resuenan nombres como Aquiles, Ulises, Agamenón, Héctor o Paris, pero al llegar a Hissarlik, es decir, a Troya, lo primero que encuentra el visitante es una simbiosis visitable entre escultura y edificio a la que todos se sienten obligados a entrar y que representa el que sin duda es el símbolo más emblemático y distintivo del enfrentamiento bélico: una reproducción del caballo de madera con el que los griegos consiguieron la victoria.
Sin duda el del caballo de madera es el episodio más famoso de esta guerra mítica, hasta el punto de que el arte lo ha representado en numerosas ocasiones. La representación más antigua del caballo en el arte griego corresponde a un fragmento de fíbula del siglo VIII a. C., conservada en el Museo Británico, en la que apenas se distinguen los cuartos traseros del caballo. Del siglo VII a. C. conservamos un grabado en un píthos procedente de la isla de Mikonos , representando el momento en que los griegos descienden armados del caballo; el caballo muestra una hilera de ventanas en el costado, modelo que vemos repetido en un aríbalo corintio de mediados del siglo VI a. C., conservado en el Deutsches Archäologisches Institut, y sobre el que podría haberse basado el francés Henri-Paul Motte para su cuadro de 1874 El Caballo de Troya, que a su vez es el modelo seguido para el caballo de Hissarlik. Baste señalar que en la ciudad turca de Canakkale, próxima a Hissarlik, se exhibe un recuerdo conmemorativo de la película de Wolfgang Petersen Troya (2004), y dicho recuerdo no es otro que el caballo de madera que construyeron para la misma.
¿Una interpretación errónea de la historia?.
Según un académico e investigador histórico de la Universidad de Marsella, el profesor Francesco Tiboni, considera que se malinterpretó el famoso y legendario hecho histórico de La Odisea de Homero con respecto al Caballo de Troya. En un artículo publicado en Archaeologia Maritima Mediterranea, Tiboni cree que el caballo era en realidad un barco mercante que los antiguos griegos solían llamar 'Hippoi'.
«El famoso caballo hecho de madera por el soldado Epeo en realidad era un barco comercial que tenía una cabeza de caballo en la proa, característica que solamente los antiguos fenicios utilizaban para identificar sus embarcaciones entre ellos», explicó el historiador quien aseguró que el barco era conocido por los autores de la era clásica griega, entre ellos Homero.
Para Tiboni el caballo de Troya nunca existió.
La teoría de Tiboni se apoya en otros académicos e investigadores como el historiador y geógrafo griego, Pausanias, quien en su libro Descripción de Grecia (siglo II a.C), explaya que el trabajo de Epeo era un señuelo para hacer una brecha en las famosas murallas troyanas. «La leyenda dice que era un caballo, pero hay una diferencia entre la leyenda y la realidad», sugiere.
Desde la antigüedad se puso en duda la existencia real del famosos pasaje en las Guerras de Troya. Autores antiguos apoyan la teoría de Pausanias, como el dramaturgo Eurípides en su obra Las Troyanas, el poeta egipcio Trifiodoro en La toma de Ilión y Quintus Smyrnaeus, que narra las batallas entre griegos y troyanos.
Tiboni insiste en que la evidencia arqueológica y la veracidad cultural desmienten la existencia del Caballo de Troya. «Los antiguos manuscritos que relatan la guerra de Troya y la iconografía no sustentan la leyenda del famoso caballo», dijo el historiador argumentando que en épocas posteriores como la romana, la Eneida de Virgilio se comenzó a popularizar la leyenda del Caballo hasta la era moderna.
En su conclusión, Tiboni dice que el análisis naval y militar de la época es crucial para desmentir la existencia del Caballo en un elemento fundamental: los hippoi fenicios que representaban la vanguardia naval de la época. «Se trataba de embarcaciones ligeras, rápidas y maniobrales, perfectas para poder realizar una emboscada naval y encapsular una zona costera como la ciudad de Troya».
El Hippioi era la nave naval más sofisticada de su época.- Incluso estas embarcaciones podían navegar en ríos, lagunas y acceder a aguas poco profundas sin ningún riesgo, por lo que la transportación de infantería militar en estos barcos era sumamente efectiva. «El propio Homero reconoce la genialidad de estos barcos cuando el mítico héroe griego Ulises viajaba de costas atlánticas a lo más profundo del Mediterráneo en cuestión de días».
Al examinar estos elementos, Tiboni considera que dichos barcos se convirtieron en estructuras en forma de caballo después del periodo homérico. «La leyenda del Caballo de Troya pudo haber caído en un mal entendido en tiempos posteriores. Incluso la palabra hippos fue perdiendo su significado a través de los siglos», dijo el académico.
Otra de las interpretaciones que se le ha dado al caballo de Troya es que fuese un terremoto. Ello explicaría lo de la destrucción total de la ciudad, incluyendo sus colosales murallas.
Ambigüedad de las fuentes textuales.
Curiosamente, nuestra fuente textual más importante sobre la guerra de Troya, Homero, no menciona el caballo de madera en el poema específicamente dedicado a ella, la Ilíada. Será en la Odisea cuando Homero se decida a mencionarlo, por lo general a manera de recordatorio, como si se tratara de algo que todo oyente de la historia conocía y que no merecía ser desarrollado , pero al menos en una ocasión de forma descriptiva, aunque incompleta: durante su estancia en la tierra de los Feacios , Ulises pide al aedo Demódoco que le cuente el episodio del caballo en los siguientes términos:
"...canta sobre el caballo de madera que construyó Epeo junto con Atenea y que el divino Odiseo llevó hasta la acrópolis a manera de engaño, llenándolo de los hombres que destruyeron Troya..." (Homero, Odisea VIII, 492-495 ).
Epeo es el carpintero o escultor que construyó el caballo, y a veces se le atribuye también la autoría del propio ardid . No obstante, se suele considerar a Ulises el padre de la idea , aunque Homero no lo deja claro . Sea como fuere, a continuación se nos ofrecen las palabras de Demódoco por boca del narrador:
" ...y los argivos se sentaron en torno al glorioso Ulises en la plaza de los troyanos, ocultos dentro del caballo: los propios troyanos lo habían arrastrado hacia la acrópolis. Así estaba [el caballo], y aquéllos [los troyanos] deliberaban con mucha confusión, sentados alrededor de él. Y tres decisiones les agradaron: o rajar la cóncava madera con el implacable bronce, o arrojarlo contra las rocas empujándolo desde lo alto, o dejar que la gran estatua sirviera como propiciación para los dioses. Precisamente esta última es la que iba a cumplirse, pues el Destino era que la ciudad fuera destruida, una vez que encerrara el gran caballo de madera en cuyo interior se sentaban todos los mejores de los argivos portando la muerte y la destrucción para los troyanos. Y cantaba [Demódoco] cómo los hijos de los Aqueos saquearían la ciudad al salir del caballo y abandonar la cóncava emboscada. Y cantaba que cada uno por un lado devastaba la inaccesible ciudad, pero que Ulises, semejante a Ares, se dirigió al palacio de Deífobo en compañía del divino Menelao. Y dijo que allí, atreviéndose a sostener el más terrible combate, venció con la ayuda de la magnánima Atenea" (Homero, Odisea VIII, 502-520).
Se vuelve a mencionar el episodio en un momento literariamente anterior, pero cronológicamente posterior , cuando, finalizada ya la guerra, Telémaco, hijo de Ulises, se llega hasta Esparta para hablar con el rey Menelao, hermano de Agamenón, y con la esposa de éste, Helena, para intentar averiguar el paradero de su padre, la mujer le cuenta al joven el relato de la guerra y Menelao, asintiendo, apenas menciona el caballo de pasada:
"He conocido la voluntad y el modo de pensar de muchos héroes, y he recorrido buena parte de la tierra, pero nunca con mis ojos vi un corazón tan amable como lo era el del esforzado Ulises. ¡Cuánto no llevó a cabo y padeció este hombre fuerte dentro del pulimentado caballo, donde nos amontonábamos todos los mejores de los argivos para llevar la muerte y la perdición a los troyanos! Viniste luego tú aquí: debió de ordenártelo una divinidad que quería conceder gloria a los troyanos, y te seguía en tu marcha Deífobo, el semejante a un dios. Tres veces fuiste en torno a la hueca emboscada palpándola, y llamaste por su nombre al los mejores de los Dánaos , imitando con la voz a las esposas de los argivos [= griegos]. Pero yo, el Tidida y el divino Ulises, puestos en medio te escuchamos cuando gritabas. Y nosotros dos [= Menelao y Diomedes], precipitándonos enfurecidos, tratamos de salir o de responder desde el interior, pero Ulises nos agarró y contuvo nuestro empuje. Entonces todos los demás hijos de los aqueos estuvieron en silencio, y Anticlo fue el único que quiso intercambiar palabras contigo, pero Ulises le oprimió firmemente la mandíbula con sus fuertes manos y salvó a todos los aqueos, mientras pudo, hasta que Palas Atenea te separó de nosotros" (Homero, Odisea IV, 266-289).
Pero sin duda el relato más famoso del episodio lo hace el romano Virgilio al principio del segundo libro de su Eneida. A petición de la reina cartaginesa Dido, Eneas, que pudo escapar del desastre de Troya, le cuenta a la mujer cómo ocurrió todo desde el momento en que se concibió la idea del caballo, y, aunque no lo especifica, sí deja entrever en un verso que el diseñador de la idea fue Ulises:
"Quebrantados por la guerra y rechazados por los hados durante ya tantos años decepcionantes, los caudillos de los dánaos construyen un caballo del tamaño de una montaña gracias al arte divina de Palas [= Atenea] y ensamblan sus costados con tablas de abeto; simulan que es un voto por su regreso; esta noticia se extiende. Aquí [=dentro del caballo] los cuerpos de los hombres escogidos a suertes se ocultan furtivamente en un flanco secreto y llenan hasta lo más profundo las grandes cavidades y el vientre con hombres armados" (Virgilio, Eneida II, 13-20).
Virgilio es más específico al detallar el conjunto de la treta, que no se reducía a la construcción del caballo y, desde luego, es más prolijo en los detalles de la entrada del ingenio a la ciudad . La treta no consistía sólo en ofrecer un caballo engañosamente repleto de soldados que por la noche saldrían de él para arrasarlo todo, sino incluía un segundo engaño: hacer creer a los troyanos que los griegos se habían marchado a casa:
"A la vista se encuentra Ténedos, isla de fama muy notable, rica en recursos mientras permanecía el reino de Príamo, ahora apenas una ensenada poco fiable para los barcos: avanzando por allí en la playa desierta se aproximan [los griegos]; nosotros creímos que se habían marchado y habían puesto viento a Micenas. En consecuencia, toda Teucria se sintió aliviada de una larga aflicción" (Virgilio, Eneida, II, 21-25).
2. UN ENGAÑO IRREAL PERO VEROSÍMIL.
A raíz de este episodio, la expresión caballo de Troya ha servido para designar, en términos de espionaje, a los individuos que se infiltran en objetivos encubriendo su personalidad y siendo aceptados por los miembros del objetivo en cuestión.
Pero lo cierto es que hay otros ejemplos de este tipo de engaño en otras culturas fuera de la griega, y en ocasiones con una antigüedad mayor.
Tal es el caso de un suceso que los egipcios daban por cierto y que, supuestamente, permitió al faraón Tutmosis III conquistar la ciudad de Joppe (la actual Joffa de Palestina): tras largo tiempo sitiando la ciudad, Djehuti, general de Tutmosis III decide citar en su campamento al príncipe de Joppe; éste acude con un gran séquito, y durante un convite, el príncipe le pide a Djehuti ver traigan la maza ceremonial del faraón; Djehuti acepta y ordena que la traigan, pero a continuación asesta con ella un golpe en la cabeza al príncipe y, una vez en el suelo, lo ata de pies y manos:
"A continuación, hizo que trajeran doscientos cestos que había mandado hacer y ordenó a doscientos soldados que se introdujeran en ellos. Llenaron por completo sus brazos de correas y esposas y los cerraron (los cestos) con un sello- Les dieron también sus sandalias y sus porras. Luego se los dieron a unos soldados muy jóvenes para que los llevaran, en total quinientos hombres. Pero a éstos les dijeron: «¡Cuando entréis en la ciudad, dejad que salgan vuestros compañeros, haced prisioneras a todas las personas que estén en la ciudad y atadlas con cadenas inmediatamente!».
Después salieron y dijeron al conductor del carro del príncipe de Joppe: «Tu señor nos manda decirte: Ve y di a tu señora: "¡Alégrate, pues el dios Sutech nos ha entregado a Djehuti junto con su mujer y sus hijos! ¡Mira, aquí está la primera entrega de su tributo!"». Esto es lo que tenía que decirle acerca de los doscientos cestos que estaban llenos con los hombres y las esposas y las correas. Él (el conductor del carro) se les adelantó para alegrar el corazón de su señora con las palabras: «Hemos hecho prisionero a Djehuti».
Entonces, los soldados abrieron las fortificaciones de la ciudad y los toros entraron en la ciudad. Dejaron salir a sus compañeros. Después, hicieron prisioneras a las personas de la ciudad, jóvenes y viejos, y les pusieron inmediatamente las correas y las esposas. De este modo, el fuerte brazo del faraón conquistó la ciudad" .
El paralelo con el relato troyano es evidente tanto en la versión de Homero arriba citada como, y sobre todo, en la correspondiente versión de Virgilio, donde también aparece la figura del mensajero que porta un engaño con el que atraer la confianza de las víctimas: el joven Sinón, al que traen apresados unos pastores y que tiene como objetivo facilitar la entrada de los griegos a la ciudad:
"He aquí que en esto unos pastores dárdanos trajeron ante el rey a un joven con las manos atadas a la espalda con gran clamo, el cual se había presentado por propia voluntad ante los que se le acercaron como un desconocido, para tramar esto mismo y abrir Troya a los Aqueos, confiado en su valor y preparado para cualquier cosa, bien fuera valerse de engaños o sucumbir a una muerte segura" (Virgilio, Eneida II, 57-62).
Sinón, como los mensajeros de Djehuti, propala un engaño para conseguir que los troyanos acepten el caballo y lo introduzcan en la ciudad. Si los egipcios persuadieron a los de Joppe de aceptar los odres de Djehuti, Sinón afirma que Ulises había matado a su padre, Palamedes por haberse opuesto a la guerra, y ello a efectos de hacerse pasar por un desertor tangencialmente afecto a la causa troyana; argumenta que los dioses exigían un sacrificio humano para resolver favorablemente la contienda y que se le había designado a él como víctima, por lo que decidió huir; finalmente asegura a los troyanos que los griegos se han marchado y que el caballo es una ofrenda dejada por los griegos en honor de Palas Atenea para expiar la culpa del robo del Paladio por Ulises y Diomedes, y que Atenea les había ordenado que hicieran el caballo tan grande para que los troyanos no pudieran introducirlo en su ciudad y utilizarlo como nuevo paladio, en cuyo caso él tendrían supremacía sobre Grecia . Incluso llevaba una inscripción para que no cupiera duda del supuesto propósito del ingenio: "Los griegos (lo ofrendan) como muestra de agradecimiento a Atenea, por su regreso a casa".
Probablemente uno de los motivos para considerar estrictamente mítico-literarios el recurso al caballo de madera en el mito homérico y a los cestos en el relato egipcio sea el hecho de que el engaño orquestado en ambos casos parece demasiado artificioso y, además, tiene un eco en creaciones estrictamente míticas y literarias. O lo que es lo mismo, algo tan imaginativo como llenar de hombres un caballo de madera para engañar a toda una ciudad no puede haber sido verdad. No en vano, el engaño, en sus distintas manifestaciones, es bastante común en los relatos mitológicos, sobre todo en la forma de disfraz. El propio Zeus utilizó el disfraz en muchas de sus conquistas amorosas para ganarse la confianza de sus pretendidas.
pero hay estudios que tratan de darle una explicación racional. La más lógica de todas es que en realidad fuese una máquina de guerra. Esto tiene lógica si tenemos en cuenta que las murallas de Troya eran de las más altas jamás construidas, impenetrables para ningún ejército.
¡La idea del caballo llegaría más tarde como adorno literario al escribir la historia!.